Wonderland Journey 1

Día 1- Caída por el agujero

Estamos tumbados en la hierba, disfrutando de las caricias del sol, cuando de repente oímos un ruido. Levanto la cabeza.

- ¿Has oído eso?- le pregunto a Toby.

Él se limita a llevarse el dedo índice a los labios para que me calle mientras niega con la cabeza. Volvemos a oír el ruido, esta vez más fuerte. Nos levantamos sin hacer ruido y nos acercamos con sigilo a los árboles, hasta llegar al sauce detrás del cual vienen los ruidos. Ya tenemos el árbol rodeado cuando los ruidos paran. Extrañados, damos la vuelta al tronco y nos encontramos con el principio del fin. Un gran agujero en el suelo (tan grande que una persona podría meterse por él tranquilamente), justo al pie del árbol, situado entre las poderosas raíces.

- Qué pedazo agujero, ¿no?- suelta Toby.

- ¿Qué clase de animal debe vivir aquí?

- Sí que es profundo, ¿no te parece? Ni siquiera se ve el fondo…

- A ver…

La peor decisión del día (o la mejor, depende por donde se mire), es sin duda inclinarme para ver por mí misma la profundidad del agujero. Porque nada más arrodillarme y apoyar las manos en los bordes para no caerme, la tierra cede. Instintivamente le agarro la mano a Toby. Y caemos.

Como es lógico, lo primero que ambos hacemos es gritar como locos. Cierro los ojos y extiendo las manos, preparada para el impacto contra el suelo, pero este no llega. Pasan los minutos, y sigue sin llegar. Dejo de gritar y abro los ojos.

Al principio creo que estoy soñando, pues lo que veo me parece imposible. Las paredes del agujero se han ensanchado y están llenas de estanterías con cosas, que no puedo ver bien porque sigo cayendo, aunque me parece que son frascos y relojes.

- ¡Toby, abre los ojos!- le grito. Nuestras manos aún están firmemente sujetas, así que se la apreto.

- ¿Pero qué cojones está pasando?- me pregunta él, aterrado.

- No tengo ni la más mínima idea…

Seguimos cayendo. Llevamos unos diez minutos. Quince. Veinte. Parece que el agujero se extiende hasta límites imposibles. Mientras, las luces que decoran las paredes van cambiando de color. Primero naranjas, luego azules, luego violáceas, ahora rosas, luego verdes…

Treinta minutos. Cuarenta. Cincuenta. Llevamos ya una hora cayendo cuando la velocidad empieza a aminorar.

- ¿Tú también notas que estamos frenando o es cosa mía?- le pregunto.

No le da tiempo a contestar, ya que en ese mismo momento aterrizamos en una montaña de cojines. No puedo evitar soltar una carcajada por lo surrealista de la situación.

- Ha sido divertido…

Toby me mira, incrédulo, y su cara solo consigue que yo me ría más. Pronto, le contagio la risa y él también estalla en carcajadas. Cuando por fin conseguimos calmarnos. Bajamos de la montaña de cojines deslizándonos hacia abajo. Yo me caigo de culo al final y Toby me ayuda a ponerme en pie.

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